Soñar no cuesta nada

Siempre me fascinó el mundo de los sueños. Es que si nos ponemos a pensar que en promedio dormimos 8 horas al día, al final de tu vida el 30% lo habrás vivido en sueños.

En este mundo occidental y materialista en que vivimos no se le da a los sueños la importancia que se merecen. La gran mayoría de las personas no recuerdan nada o apenas recuerdan lo que sucedió en sus sueños.

Desde pequeña tuve la práctica de narrar mis sueños apenas me despertaba, aunque antes sólo recordaba las pesadillas. Con mis hermanas solíamos contarnos lo que soñábamos y hasta tenemos varios sueños memorables que hemos repetido como anécdotas hasta el cansancio.

Creo que desde muy chica entendí lo que eran los sueños, porque es raro pero es algo que nunca se nos enseña. Aprendemos con el tiempo cuál es la «realidad» y cuál es ensoñación. Mis pesadillas eran muy vívidas, creo que producto de una imaginación desbordante, tanto que daban miedo, por eso siempre ansiaba despertar.

Recuerdo una en particular. Me encontraba en una cabaña con un montón de gente. Algo me aterraba y quería escapar. Recuerdo pensar en el sueño mismo qué hacer: salí de la cabaña, me detuve después de asegurarme que nadie me viera, cerré los ojos y repetí «por favor quiero despertar, por favor quiero despertar». Creo que también intenté pellizcarme y pedirle ayuda a algún otro personaje.

Esas cosas me llaman la atención. Muchas veces estando en sueños recuerdo ser consciente de ello. Puedo así modificar las circunstancias, aunque no siempre tengo las mejores ideas. Hubo una época que yo sabía que al final de una caída libre desde el cielo siempre me despertaba (porque hubo muchísimas, no se si tendrá algo que ver con mi miedo a las alturas ahora que lo pienso). Después intentaba evitar las alturas hasta en mis sueños, porque sabía que me entraba un véstigo que me perseguiría una vez despierta. Todavía hoy parece que mi yo-onírica disfruta con hacerme sufrir con las alturas.

Es gracioso pensar que tenemos un yo que vive en sueños, como si fuera otra realidad. No entiendo por qué se los considera experiencias de menor valor que nuestras vivencias «reales», si a fin de cuentas lo que nos pasa en sueños muchas veces nos afecta tanto como cualquier hecho real. Más allá de que lo recordemos al despertar o no, creo que a nivel emocional nos afecta igual.

Me interesa recordar lo que sucede en ellos para poder entender mi subconsciente y descifrar los mensajes que tiene guardados. Hubo una época en que realmente intentaba buscarle sentido a mis sueños y hasta los sueños de otras personas y creo que muchas veces lo logré. Hay amigos con los que compartíamos sueños y que nos pasábamos largo rato analizando parte por parte.

Lo primero es recordar. Lo máximo posible. Para eso sirve hacernos preguntas para intentar reconstruir escenas. No hace falta coherencia ni linealidad, debemos entender que el mundo onírico se manifiesta de manera diferente que la realidad y no hay que forzar su narratividad para que encaje en nuestras categorías regidas por la razón.

Intenté por un tiempo, y se lo recomiendo a todo el mundo, tener una libreta y un boli en la mesita de noche. Es clave para poder escribir lo que recordamos del sueño apenas nos despertamos. Un diario de sueños nos va a ayudar no sólo registrar nuestros viajes inconscientes sino tambien nos va a facilitar la interpretación posterior. Además es un buen ejercicio para la memoria!

Si convertimos en rutina escribir lo que sucede en sueños apenas abrimos los ojos, cada vez va a ser más fácil recordarlos. Eso lo puedo asegurar. Así que es una buena idea para empezar a desentrañar los misterios de nuestra mente de a poco. No te frustres si no lo logras al primer intento, es un ejercicio que requiere práctica y mucha voluntad (a veces requiere luchar contra nuestros ojos que quieren volver a cerrarse o con nuestra vejiga que nos reclama ir al baño urgente).

También tengo otro método que fui desarrollando con el tiempo. No lo hacía intencionalmente, pero era tal mi amor por el mundo de los sueños que me acostumbré a memorizarlos antes incluso de despertarme! Es decir, aún no había terminado de soñar y ya estaba en el sueño mismo relatando a otros o a mi misma lo que había sucedido. A veces más de una vez en el mismo sueño! Después al despertar lo recordaba con más facilidad y volvía a repetirmelo. Así se me quedaba en la cabeza.

Algunas veces soñamos repetidamente con un hecho, una cosa o una persona. Esto nos puede generar ansiedad tanto en el sueño mismo como al despertar. No es bueno. Si eso sucede, lo mejor es analizarlo para poder entender qué nos quiere decir nuestra mente. Puede que sea un mensaje de ayuda o un problema a resolver.

Como siempre, aunque el diario de sueños es una muy buena opción, recomiendo practicar la arteterapia en estos casos. Dibujar o pintar, por ejemplo. O escribir un relato corto. Esto nos ayuda a liberar las tensiones producidas por el sueño recurrente y digerir el mensaje con más facilidad. Al final quizás la obra de arte nos muestre algo que no veíamos (ya vimos el ejemplo de las ilustraciones de pesadillas de Grete Stern!).

Hay muchas páginas de internet y libros que nos orientan para descubrir el significado de nuestros sueños. Pero creo que ni Freud es válido para este tipo de búsqueda (psicoanalistas vengan de a uno). Aunque es verdad que muchas de nuestras representaciones mentales son producto del inconsciente colectivo (aquí sí recomiendo leer mucho a Jung, que lo banco más), nuestra mente es única y se manifiesta a través de sus propias formas únicas. Es muy difícil establecer reglas que valgan para todos, ni mucho menos interpretaciones unívocas.

Cada uno tiene dentro de sí una riqueza inmensurable de experiencias oníricas por descubrir y explorar. No debemos descartar su validez, como dije, creo que tienen para enseñarnos tanto como la «realidad». Conocer lo que sucede mientras dormirmos, a través de un necesario ejercicio de la memoria que nunca viene mal, es también una forma de autoconocimiento y una gran oportunidad para la autosanación sentimiental y espiritual.

Los sueños pueden volverse realidad, o pueden convertirse en aprendizaje. Adelante!

Pesadilla la verdad

En 1948, Argentina vivía un renovado crecimiento económico y un auge de la clase trabajadora como nunca se viera. Las mujeres se preparaban para los cambios que se venían, entre ellos el tan reclamado sufragio femenino. Pero la sociedad distaba mucho de aceptar que algo estaba cambiando.

La revista «Idilio», que se publicaba cada semana y estaba dirigido a amas de casa, trataba temas del corazón y moda. Nada fuera de lo normal, hasta que se le encargó a Gino Germani (famoso sociólogo italiano) que escribiera un artículo sobre el psicoanálisis y sus beneficios, algo muy de moda en esa época.

Para esa publicación, se convocó a la artista alemana nacionalizada argentina, Grete Stern, para que ilustrara las pesadillas (como manifestaciones del inconsciente) que las lectoras quisieran compartir. Y así fue como esta revista se convirtió en propulsora de la vanguardia artística y el feminismo sin saberlo.

Los fotomontajes que realizó esta artista son esquisitos. Muchos de estos relatos de pesadillas referían claramente a una fuerte necesidad de liberación frente al opresivo patriarcado que se vivía sobretodo dentro de la casa. Las mujeres ya trabajaban tanto como los hombres en las fábricas pero además luego les tocaba hacer malabares con las tareas del hogar y el cuidado de los niños y ancianos, algo que no cambió mucho. A esto nos referimos cuando se habla de la «tercera jornada laboral» de la mujer.

La técnica elegida por la artista es innovadora pero no sorprende si conocemos los inicios de su carrera artística en la famosa Bauhaus alemana, ícono de la vanguardia de entreguerras. Esta escuela alentaba la incorporación de la fotografía dentro del campo artístico, lejos de la concepción de esta disciplina como mera «copia de la realidad», lo que no le permitía soltarse y convertirse en expresión artística. Aquí los jóvenes aprendían a manejar el montaje, el collage y el lenguaje publicitario, entre otras cosas.

Trabajar con fotografías para componer las imágenes que nuestra mente quiere mostrarnos, es una técnica muy utilizada en arteterapia, sobre todo cuando se refiere a traumas o pensamientos reprimidos. Muchas de éstas imágenes se nos presentan en sueños y a veces es mucho más sencillo y adecuado desarrollarlas visualmente que en palabras. A partir de estos montajes, que pueden ser con fotos tomadas por uno mismo, profesionalmente o no, o recortadas de revistas, podemos analizar lo que nuestro inconsciente tiene para decirnos.

Es muy interesante ver las imágenes que construyó Grete Stern con las pesadillas de las lectoras de «Idilio» entre 1948 y 1951, con muchas podemos sentirnos identificadas seguramente. Son bastante inquietantes a pesar de su sencillez e inocencia. No hay duda del poder que tienen para hablar de lo que no se quiere decir.

Que nuestras pesadillas no nos den miedo, sino que nos sirvan como guía hacia la verdad y el entendimiento de nuestras profunidades! Adelante!